1Más tarde, durante el tercer año de la sequía, el Señor dijo a Elías: «Preséntate ante el rey Acab y dile que ¡pronto enviaré lluvia!».
Mientras tanto, el hambre se hizo muy intensa en Samaria.
7Mientras Abdías iba caminando, de pronto vio que Elías se le acercaba. Abdías lo reconoció enseguida y se postró hasta el suelo ante él.
—¿De verdad eres tú, mi señor Elías? —preguntó.
8—Sí, soy yo —contestó Elías—. Ahora ve y dile a tu amo: “Elías está aquí”.
9—¡Ay, señor! —protestó Abdías—, ¿qué daño te he hecho para que me mandes a morir a manos de Acab?
15Pero Elías dijo:
—Te juro por el Señor Todopoderoso, en cuya presencia estoy, que hoy mismo me presentaré ante Acab.
16Entonces Abdías fue a decirle a Acab que había aparecido Elías, así que Acab fue a encontrarse con él.
—¿Así que realmente eres tú, el alborotador de Israel?
18—Yo no le he causado ningún problema a Israel —respondió Elías—. Tú y tu familia son los alborotadores, porque se negaron a obedecer los mandatos del Señor y, en cambio, han rendido culto a las imágenes de Baal.
20Entonces Acab convocó a todos los israelitas y a los profetas al monte Carmelo.
22Entonces Elías les dijo: «Yo soy el único profeta del Señor que queda, pero Baal tiene cuatrocientos cincuenta profetas.
25Así que Elías dijo a los profetas de Baal: «Empiecen ustedes, porque son muchos. Escojan uno de los toros, prepárenlo e invoquen el nombre de su dios; pero no le prendan fuego a la leña».
26Entonces ellos prepararon uno de los toros y lo pusieron sobre el altar. Después invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, gritando: «¡Oh Baal, respóndenos!»; pero no hubo respuesta alguna. Entonces se pusieron a bailar, cojeando alrededor del altar que habían hecho.
27Cerca del mediodía, Elías comenzó a burlarse de ellos. «Tendrán que gritar más fuerte —se mofaba—, ¡sin duda que es un dios! ¡Tal vez esté soñando despierto o quizá esté haciendo sus necesidades*18:27 O esté ocupado en algún otro lugar, o esté haciendo negocios.! ¡Seguramente salió de viaje o se quedó dormido y necesita que alguien lo despierte!».
28Así que ellos gritaron más fuerte y, como acostumbraban hacer, se cortaron con cuchillos y espadas hasta quedar bañados en sangre.
30Entonces Elías llamó a la gente: «¡Vengan acá!». Así que todos se juntaron a su alrededor, mientras él reparaba el altar del Señor que estaba derrumbado.
*18:33 En el texto hebreo, el versículo 34 comienza aquí.Luego dijo: «Llenen cuatro jarras grandes con agua y echen el agua sobre la ofrenda y la leña».
34Una vez que lo hicieron, les dijo: «¡Háganlo de nuevo!». Cuando terminaron, les dijo: «¡Háganlo por tercera vez!». Así que hicieron lo que les dijo,
36A la hora que solía hacerse el sacrificio vespertino, el profeta Elías caminó hacia el altar y oró: «Oh Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob,*18:36 En hebreo y de Israel. Los nombres «Jacob» e «Israel» a menudo son intercambiables en el Antiguo Testamento. Algunas veces hacen referencia al patriarca como individuo y otras veces a la nación. demuestra hoy que tú eres Dios en Israel y que yo soy tu siervo; demuestra que yo he hecho todo esto por orden tuya.
38Al instante, el fuego del Señor cayó desde el cielo y consumió el toro, la leña, las piedras y el polvo. ¡Hasta lamió toda el agua de la zanja!
40Entonces Elías ordenó: «Atrapen a todos los profetas de Baal. ¡No dejen que escape ninguno!». Entonces los agarraron a todos, y Elías los llevó al valle de Cisón y allí los mató.
41Luego Elías dijo a Acab: «Vete a comer y a beber algo, porque oigo el rugido de una tormenta de lluvia que se acerca».
42Entonces Acab fue a comer y a beber. Elías, en cambio, subió a la cumbre del monte Carmelo, se inclinó hasta el suelo y oró con la cara entre las rodillas.
43Luego le dijo a su sirviente:
—Ve y mira hacia el mar.
Su sirviente fue a mirar, y regresó donde estaba Elías y le dijo:
—No vi nada.
Siete veces le dijo Elías que fuera a ver.
—Vi una pequeña nube, como del tamaño de la mano de un hombre, que sale del mar.
Entonces Elías le gritó:
—Corre y dile a Acab: “Sube a tu carro y regresa a tu casa. ¡Si no te apuras, la lluvia te detendrá!”.
45Poco después el cielo se oscureció de nubes. Se levantó un fuerte viento que desató un gran aguacero, y Acab partió enseguida hacia Jezreel.