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1Luego el pueblo de Israel viajó a las llanuras de Moab y acampó al oriente del río Jordán, frente a Jericó.
Entonces Balac, rey de Moab,
«Mira, una inmensa multitud que cubre la faz de la tierra ha llegado de Egipto y me amenaza.
7Entonces los mensajeros de Balac y los ancianos de Moab y de Madián, partieron con el dinero para pagarle a Balaam a fin de que maldijera a Israel.*22:7 En hebreo partieron con el dinero de la adivinación en sus manos. Llegaron donde estaba Balaam y le transmitieron el mensaje de Balac.
9Esa noche Dios vino a Balaam y le preguntó:
—¿Quiénes son estos hombres que te visitan?
10Balaam le dijo a Dios:
—Balac, hijo de Zipor, rey de Moab, me envió este mensaje:
12Pero Dios le dijo a Balaam:
—No vayas con ellos ni maldigas a este pueblo, ¡porque es bendito!
13A la mañana siguiente, Balaam se levantó y les dijo a los funcionarios de Balac: «¡Regresen a casa! El Señor no me dejará ir con ustedes».
14Entonces los oficiales moabitas regresaron al rey Balac y le informaron: «Balaam se negó a venir con nosotros».
«Esto dice Balac, hijo de Zipor: “Por favor, no permitas que nada te impida venir a ayudarme.
18Entonces Balaam les respondió a los mensajeros de Balac: «Aunque Balac me diera su palacio repleto de plata y oro, yo no podría hacer absolutamente nada en contra de la voluntad del Señor mi Dios.
20Esa noche Dios vino a Balaam y le dijo: «Ya que estos hombres vinieron por ti, levántate y ve con ellos, pero solo haz lo que yo te indique».
21A la mañana siguiente Balaam se levantó, ensilló su burra y salió con los funcionarios moabitas;
28Así que el Señor le dio a la burra la capacidad de hablar.
—¿Qué te he hecho para merecer que me pegues tres veces? —le preguntó a Balaam.
29—¡Me has dejado en ridículo! —gritó Balaam—. ¡Si tuviera una espada, te mataría!
30—Pero yo soy la misma burra que has montado toda tu vida —le contestó la burra—. ¿Alguna vez te he hecho algo así?
—No —admitió Balaam.
31Entonces el Señor abrió los ojos de Balaam y vio al ángel del Señor de pie en el camino con una espada desenvainada en su mano. Balaam se inclinó y cayó rostro en tierra ante él.
32—¿Por qué le pegaste a tu burra tres veces? —le preguntó el ángel del Señor—. Mira, he venido a impedirte el paso porque con terquedad te me opones.
34Entonces Balaam le confesó al ángel del Señor:
—He pecado. No comprendí que tú estabas parado en el camino para impedirme el paso. Volveré a casa si te opones a mi viaje.
35Pero el ángel del Señor le dijo a Balaam:
—Ve con estos hombres, pero habla solamente lo que yo te diga.
Así que Balaam siguió con los funcionarios de Balac.
37—¿No era urgente la invitación que te envié? ¿Por qué no viniste enseguida? —le preguntó Balac a Balaam—. ¿No me creíste cuando te dije que te honraré con una generosa recompensa?
38—Mira —contestó Balaam—, ya he venido pero no está en mis manos decir lo que yo quiera. Hablaré únicamente el mensaje que Dios ponga en mi boca.
39Luego Balaam acompañó a Balac a Quiriat-huzot.