1El domingo por la mañana temprano,*20:1 En griego El primer día de la semana. mientras aún estaba oscuro, María Magdalena llegó a la tumba y vio que habían rodado la piedra de la entrada.
3Pedro y el otro discípulo se dirigieron a la tumba.
11María se encontraba llorando fuera de la tumba y, mientras lloraba, se agachó y miró adentro.
13—Apreciada mujer, ¿por qué lloras? —le preguntaron los ángeles.
—Porque se han llevado a mi Señor —contestó ella—, y no sé dónde lo han puesto.
14Dio la vuelta para irse y vio a alguien que estaba de pie allí. Era Jesús, pero ella no lo reconoció.
15—Apreciada mujer, ¿por qué lloras? —le preguntó Jesús—. ¿A quién buscas?
Ella pensó que era el jardinero y le dijo:
—Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo puso, y yo iré a buscarlo.
16—¡María! —dijo Jesús.
Ella giró hacia él y exclamó:
—¡Raboní! (que en hebreo significa “Maestro”).
17—No te aferres a mí —le dijo Jesús—, porque todavía no he subido al Padre; pero ve a buscar a mis hermanos y diles: “Voy a subir a mi Padre y al Padre de ustedes, a mi Dios y al Dios de ustedes”.
18María Magdalena encontró a los discípulos y les dijo: «¡He visto al Señor!». Y les dio el mensaje de Jesús.
19Ese domingo, al atardecer,*20:19 En griego Al atardecer de ese día, el primer día de la semana. los discípulos estaban reunidos con las puertas bien cerradas porque tenían miedo de los líderes judíos. De pronto, ¡Jesús estaba de pie en medio de ellos! «La paz sea con ustedes», dijo.
24Tomás, uno de los doce discípulos (al que apodaban el Gemelo)*20:24 En griego a quien llamaban Dídimo., no estaba con los otros cuando llegó Jesús.
—¡Hemos visto al Señor!
Pero él respondió:
—No lo creeré a menos que vea las heridas de los clavos en sus manos, meta mis dedos en ellas y ponga mi mano dentro de la herida de su costado.
26Ocho días después, los discípulos estaban juntos de nuevo, y esa vez Tomás se encontraba con ellos. Las puertas estaban bien cerradas; pero de pronto, igual que antes, Jesús estaba de pie en medio de ellos y dijo: «La paz sea con ustedes».
—Pon tu dedo aquí y mira mis manos; mete tu mano en la herida de mi costado. Ya no seas incrédulo. ¡Cree!
28—¡Mi Señor y mi Dios! —exclamó Tomás.
29Entonces Jesús le dijo:
—Tú crees porque me has visto; benditos son los que creen sin verme.
30Los discípulos vieron a Jesús hacer muchas otras señales milagrosas además de las registradas en este libro.