1Entonces el rey y Amán fueron al banquete de la reina Ester.
—Dime lo que desees, reina Ester. ¿Cuál es tu petición? ¡Yo te la daré, aun si fuera la mitad del reino!
3La reina Ester contestó:
—Si he logrado el favor del rey, y si al rey le agrada conceder mi petición, pido que mi vida y la vida de mi pueblo sean libradas de la muerte.
5—¿Quién sería capaz de hacer semejante cosa? —preguntó el rey Jerjes—. ¿Quién podría ser tan descarado para tocarte a ti?
6Ester contestó:
—Este malvado Amán es nuestro adversario y nuestro enemigo.
Amán se puso pálido de miedo delante del rey y de la reina.
Amán, en cambio, se quedó con la reina Ester para implorar por su vida, porque sabía que el rey pensaba matarlo.
El rey exclamó: «¿Hasta se atreve a atacar a la reina aquí mismo, en el palacio, ante mis propios ojos?». Entonces, en cuanto el rey habló, sus asistentes le cubrieron la cara a Amán en señal de condena.
9Luego Harbona, uno de los eunucos del rey, dijo:
—Amán ha levantado un poste afilado de veintitrés metros*7:9 En hebreo 50 codos [75 pies]. de altura en el patio de su casa. Tenía pensado utilizarlo para atravesar a Mardoqueo, el hombre que salvó al rey de ser asesinado.
—¡Que atraviesen a Amán en ese poste! —ordenó el rey.
10Entonces atravesaron a Amán con el poste que había levantado para Mardoqueo, y la furia del rey se calmó.