1A comienzos del otoño,*3:1 En hebreo En el séptimo mes. No se especifica el año, de modo que pudo haber sido durante el primer año de Ciro (538 a. C.) o el segundo (537 a. C.). El séptimo mes del antiguo calendario lunar hebreo cayó entre septiembre y octubre del 538 a. C. o entre octubre y noviembre del 537 a. C. La referencia al mes tiene que ver con que es sagrado para el pueblo de Israel, porque en él se celebra el Festival de las Enramadas (Lv 23:23-43; Nm 29). cuando los israelitas ya se habían establecido en sus ciudades, todo el pueblo se reunió en Jerusalén con un mismo propósito.
4Celebraron el Festival de las Enramadas como está establecido en la ley y sacrificaron la cantidad específica de ofrendas quemadas para cada día del festival.
7Luego el pueblo contrató albañiles y carpinteros, y compró troncos de cedro de los habitantes de Tiro y Sidón, a quienes les pagaron con alimentos, vino y aceite de oliva. Transportaron troncos desde las montañas del Líbano hasta Jope haciéndolos flotar a lo largo de la costa del mar Mediterráneo,*3:7 En hebreo del mar. ya que el rey Ciro había dado permiso para hacerlo.
8La construcción del templo de Dios comenzó a mediados de la primavera,*3:8 En hebreo en el segundo mes. En el antiguo calendario lunar hebreo, ese mes cayó entre abril y mayo del 536 a. C. en el segundo año después de la llegada a Jerusalén. La fuerza laboral estaba formada por todos los que habían regresado del destierro, entre ellos Zorobabel, hijo de Salatiel, Jesúa, hijo de Jehosadac, junto con sus hermanos sacerdotes y todos los levitas. Pusieron al frente de la reconstrucción del templo del Señor a los levitas mayores de veinte años de edad.
10Cuando los constructores terminaron los cimientos del templo del Señor, los sacerdotes se pusieron sus mantos y tomaron su lugar para tocar sus trompetas. Luego los levitas descendientes de Asaf hicieron sonar sus címbalos para alabar al Señor, tal como lo había establecido el rey David.
«¡Él es tan bueno!
¡Su fiel amor por Israel permanece para siempre!».
Luego todo el pueblo dio un fuerte grito, alabando al Señor, porque se habían echado los cimientos del templo del Señor.
12Sin embargo, muchos de los sacerdotes, levitas y otros líderes de edad avanzada que habían visto el primer templo lloraron en voz alta al ver los cimientos del nuevo templo. Los demás, en cambio, gritaban de alegría.