1Acab tenía setenta hijos que vivían en la ciudad de Samaria. Así que Jehú escribió cartas y las envió a Samaria, a los ancianos y funcionarios de la ciudad*10:1 Así aparece en algunos manuscritos griegos y en la Vulgata Latina (ver también 10:6); en hebreo dice de Jezreel. y a los tutores de los hijos de Acab. Les escribió:
4Entonces se paralizaron de miedo y dijeron: «¡Hemos visto que dos reyes no pudieron contra este hombre! ¿Qué podemos hacer nosotros?».
5Así que los administradores del palacio y de la ciudad, junto con los ancianos y con los tutores de los hijos del rey, enviaron el siguiente mensaje a Jehú: «Somos sus sirvientes y haremos todo lo que nos diga. No proclamaremos rey a nadie; haga lo que mejor le parezca».
6Jehú respondió con una segunda carta: «Si ustedes están de mi lado y van a obedecerme, tráiganme a Jezreel la cabeza de cada uno de los hijos de su amo mañana, a esta hora». Los setenta hijos del rey estaban al cuidado de los líderes de Samaria, en donde se les había criado desde la niñez.
8Un mensajero fue a ver a Jehú y le dijo:
—Han traído las cabezas de los hijos del rey.
Entonces Jehú ordenó:
—Apílenlas en dos montones a la entrada de la puerta de la ciudad y déjenlas allí hasta la mañana.
9Al día siguiente, Jehú salió y habló a la multitud que se había juntado: «Ustedes no tienen la culpa —les dijo—. Yo soy el que conspiró contra mi amo y lo mató; pero ¿quién mató a todos estos?
12Entonces Jehú partió hacia Samaria. En el camino, mientras estaba en Bet-eked de los Pastores,
—¿Quiénes son ustedes? —les preguntó.
Y ellos contestaron:
—Somos parientes del rey Ocozías. Vamos a visitar a los hijos del rey Acab y a los hijos de la reina madre.
14«¡Tráiganlos vivos!», gritó Jehú a sus hombres. Así que los capturaron, cuarenta y dos en total, y los mataron junto al pozo de Bet-eked. No escapó ninguno.
15Cuando Jehú salió de allí, encontró a Jonadab, hijo de Recab, quien venía a su encuentro. Después de saludarse, Jehú le dijo:
—¿Me eres tan leal como yo lo soy contigo?
—Sí, lo soy —contestó Jonadab.
—Si lo eres —dijo Jehú—, entonces estréchame la mano.
Jonadab le dio la mano y Jehú lo ayudó a subirse al carro.
—Ven conmigo y verás lo dedicado que soy al Señor.
Y Jonadab lo acompañó en su carro.
17Cuando Jehú llegó a Samaria, mató a todos los que quedaban de la familia de Acab, tal como el Señor había prometido por medio de Elías.
18Luego Jehú convocó a una reunión a toda la gente de la ciudad y les dijo: «¡La forma en que Acab le rindió culto a Baal no fue nada en comparación con la forma en que yo voy a rendirle culto!
20Después Jehú ordenó: «¡Preparen una asamblea solemne para rendir culto a Baal!». Así que lo hicieron.
23Después Jehú entró al templo de Baal con Jonadab, hijo de Recab, y les dijo a los que veneraban a Baal: «Asegúrense de que aquí no haya nadie que adora al Señor, solo los que rinden culto a Baal».
25Apenas Jehú terminó de sacrificar la ofrenda quemada, les ordenó a sus guardias y oficiales: «¡Entren y mátenlos a todos! ¡Que no escape nadie!». Así que los guardias y oficiales los mataron a filo de espada y arrastraron los cuerpos fuera.*10:25a O y dejaron los cuerpos tirados allí o y los arrojaron al atrio más externo. Luego los hombres de Jehú entraron en la fortaleza más recóndita*10:25b En hebreo la ciudad. del templo de Baal
28De esa forma, Jehú destruyó todo rastro del culto a Baal en Israel.
30No obstante, el Señor le dijo a Jehú: «Hiciste bien al seguir mis instrucciones de destruir a la familia de Acab. Por lo tanto, tus descendientes serán reyes de Israel hasta la cuarta generación»;
32Por ese tiempo, el Señor comenzó a reducir el tamaño del territorio de Israel. El rey Hazael conquistó varias regiones del país
34Los demás acontecimientos del reinado de Jehú —todo lo que hizo y todos sus logros— están registrados en El libro de la historia de los reyes de Israel.
35Cuando Jehú murió, lo enterraron en Samaria; y su hijo Joacaz lo sucedió en el trono.